viernes, 19 de junio de 2009

El día que no amanece

“Escalera al cielo” 3D Rendering, Luis Makianich, 2009

Safe Creative #0906053784266

Realmente debí estar muy cansado para quedarme a dormir a un lado de la carretera. Ayer fue un día agobiante, podría decir que interminable. Cada parada en mi ruta representó una discusión con mi entrevistado. Las inspecciones de obras ya no son tarea placentera para mí, sino todo lo contrario. Los tiempos han cambiado y la gente ya no es lo que fue, cuando las vacas gordas. Lo que más me asusta es que yo también he cambiado y me siento obligado a negociar con ellos con los códigos de la compañía, aún sabiendo que no son razonables para los tiempos que vivimos. Con todo esto, me acosté en el asiento trasero de mi jeep, deseando no tener que despertar. Pese a que logré dormir profundamente desperté temprano…y estoy desde hace horas esperando que amanezca. Desciendo del auto y hago un poco de fuego para prepararme un mate, aprovechando mi pereza matinal para colocar la yerba lentamente, saboreando las tenues llamas chispeando sobre las ramas secas e iluminando mi cara. Cada tanto levanto la cabeza para mirar el cielo preguntando por la mañana…pero la respuesta es nada. Mi reloj parece haberse detenido, aunque se sigue moviendo y marca las ocho…Mi desconcierto es compartido por los sonidos del campo, que empiezan a oírse como desconociendo las reglas del alba. Los pájaros cantan, un gallo se escucha a lo lejos despertando al coro de su granja que inicia el primer compás de la sinfonía que espera interpretar la batuta de un sol…que no asoma a la escena. Los animales enloquecen como el preludio del ensayo de una orquesta en su momento culminante, antes de empezar la obra y yo, su único público alzo la mirada al azul profundo de la noche clamando por el inicio de su indefectible primer acto. Mi desesperación y la de los animales del campo nos hacen buscar con la vista el oriente, como si esperáramos a nuestro amo en la puerta, que se ha retrasado. Nada.

Desesperado apago el fuego sin haber tomado un solo mate y subo al vehículo consternado, enciendo las luces y arranco el motor, que al principio se niega a hacerlo mostrando su desánimo, una sensación que comparto. Tomo la carretera hacia atrás hasta una calle no asfaltada que conduce al este, como yo había visto ayer. Acelero levantando una polvareda que deje en claro que viajo hacia la mañana. Lo hago por varias horas y el paisaje nocturno continúa indeleble. Los faros del auto iluminan mi cercano horizonte y esa es la única luz que éste puede ver. El combustible se acaba y quedo varado en el medio de la nada con las luces encendidas, que poco a poco van perdiendo la vida hasta emitir su último suspiro en la escarcha flotando en el aire. Con la aflicción de las últimas oscuras horas no se me ocurrió encender la radio para ver si había alguna noticia que explique lo que está sucediendo. Mi estupidez se desquitó conmigo al mover la perilla y descubrir que ahora es tarde para intentarlo, con la batería del auto completamente descargada.

Abro la puerta y salgo a la interminable oscuridad a orinar la rueda trasera como una forma de castigo al pobre coche, que me devuelve el insulto salpicándome. El frío de la noche me invita a recostarme sobre el capot del auto, aún tibio y boca arriba con los dedos de las manos entrecruzados bajo mi cabeza, decido contemplar la belleza del ahora más indescifrable que nunca infinito. No es sino hasta este instante que me percato que las estrellas han desaparecido y no logro encontrar la luna. Por primera vez en lo que llevo de existencia estoy completamente solo. Los sonidos del campo ahora se vuelven inaudibles, el mundo parece haberse detenido y mi corazón no late. Ya no hay razón para mantener mis ojos abiertos, pero tampoco la hay para cerrarlos. El aire no huele a nada y pretendo no respirarlo. Por única vez en la vida…Ruego.

Espero.

No sé cuánto tiempo ha transcurrido desde que inicié este trance. Pero algo está sucediendo. Un punto de luz se dibuja en el centro del firmamento al mismo tiempo que una leve vibración se siente en el viento a través del movimiento de las ramas en los árboles. Súbitamente el punto luminoso se amplifica en un gran círculo que proyecta un hermoso cielo azul sobre una gigantesca pantalla rectangular emplazada un escalón más abajo. El gran cono es perforado por una estructura de circunvalación multicolor que se multiplica en forma descendente con una multiplicidad de patrones de repetición hasta llegar al suelo. La luz proveniente del gran hueco en el cielo, esboza miles de formas diferentes sobre la superestructura iluminada, convirtiéndola en una gigantesca pirámide multiangular con caras planas de sección curvilínea, que se corporiza rotando geométricamente aunque en forma aleatoria y conformando una escalera que me invita a invadirla. Mi cuerpo, aún en trance se deja guiar por la luz y comienzo el ascenso utilizando mis piernas y brazos como lo haría un arácnido describiendo una telaraña en toda su dimensión fractal. El cono iluminado termina en un aro posicionado en la superficie de la esfera nocturna, dividiendo la luz de la obscuridad y hacia él escalo. Al llegar a la cima, el gran entramado continúa hacia el celeste infinito con su misma ley de generación pero algo me dice que debo dejar de subir. En ese punto, el cielo es mi suelo y puedo ver mi vida entera en cada cristal de su estructura. Mis sucesos se enfrascan atrapados en cada forma así como mis angustias y mis temores. Todo está allí para que pueda comprenderlo y solo tengo que mirar dentro de la luz. Me doy cuenta que cada crisis de mi vida está contrapesada por cada momento de sosiego y atadas por la misma encrucijada. Es como un diagrama para explicar lo hasta ahora inexplicable. Cada conflicto atado a su solución y cada dilema a su justa decisión. Esta revelación me sofoca y me quito la ropa para sentir mi libertad en la piel. Mi ansiedad por la búsqueda de respuestas se torna frenética hasta que mi cuerpo languidece. Noto que envejezco rápidamente y mi organismo no acompaña la voracidad por saber. Me detengo.

“Iluminación” 3D Rendering, Luis Makianich, 2009


A mi regreso, los cristales vuelven a ser multicolores, ocultando las respuestas a medida que rejuvenezco. El grandioso edificio se repliega lentamente permitiéndome llegar al suelo. La pantalla se apaga y el aro de luz se reduce a un punto nuevamente hasta que por fin desaparece. Todavía es noche y mi cuerpo está fatigado. Me recuesto en el asiento trasero de mi vehículo y me quedo dormido.

Amanece. El gallo toca diana y el resto de los vientos se le acopla en una brillante obertura. Me desperezo con la gracia de quien goza de la alegría matinal. Realmente fue un sueño reparador tanto en cuerpo como en espíritu. Siento que en adelante podré lidiar con mi trabajo y atender a la gente con la humanidad que se merece. Si bien no conozco todas las respuestas, me tranquiliza saber que hay una correcta para cada dilema y solo debo buscarla con el corazón sano. Solo hay una pregunta que no tiene una explicación en mi sueño… -¿Qué hago desnudo en medio del campo?



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