martes, 1 de septiembre de 2009

Sueño eterno


“Vida después” Electrografía de Luis Makianich, 2009.
Safe Creative #0909014344783
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La fiebre mantuvo mi cuerpo flotando durante varios días y no importa cuán intenso fuera el impulso que mi cerebro le diera a mi sistema nervioso, mis músculos no obedecían su mandato permaneciendo tiesos, sin la menor tonicidad que diera movimiento a nada de mí,


solo que mis oídos aún registran el bip del equipo médico al que me hallo conectado, y mis ojos logran captar a través de mis párpados cerrados la tenue luz que emana la pantalla del osciloscopio en la habitación oscura del hospital, en sintonía con mis pulsaciones que percibo como rayos atravesando todo mi sistema sanguíneo hasta mi corazón, que está muy cansado, y me lo transmite en código Morse con una arritmia muy calculada, como advirtiéndome que el fin de mis días está cerca. Doy por sentado que nadie, a excepción de estas máquinas está velando por mí en este cuarto. Esta maldita peste está cobrando vidas sin pausa y es lógico que eso suceda, y no dejo de pensar en cuántas personas están pasando por lo mismo, sin la posibilidad de hacer algo al respecto.




Bip…bip…bip… (Mi única compañía) Bip…bip…bip… (Mi esperanza rítmica) Bip…bip…bip… (Mi alivio al dolor) Bip… bip……… bip…………….. Biiiii…………… p………… ………………………………………………. Terminaron los rayos en mis arterias, pero puedo oír los pasos detrás de la puerta y gritos tras ella, que alarman de mi condición. Se enciende la luz en mi habitación, lo que puedo notar con los ojos  que ya no puedo abrir. Siento un shock eléctrico en mi pecho que sacude todo mi cuerpo pero aún no puedo moverlo. Siento otro que parece recordarme los rayos atravesando mi corazón y llevando su fuerza hasta mis extremidades, aunque estas no responden al impulso. El líquido vital parece reacomodarse por todo mi cuerpo hasta nivelarse en todo el sistema por un momento… Un tercer shock pasa directamente desde mi pecho hasta mi cerebro recargándolo de energía… aunque siento que es una energía diferente a la que estoy acostumbrado; toda la sangre en mi cuerpo se estabiliza nuevamente e inunda mis aurículas y ventrículos como nunca antes; una sensación muy extraña se materializa en mi mente a través de sonido del líquido nivelando cada órgano de mi cuerpo, que permanece quieto y esta vez, parece ser permanente. Ya no siento ensancharse a mi pecho por lo que creo que he dejado de respirar, aunque siento pasar el aire a través de mis fosas nasales y mi boca…pero esta vez en un solo sentido, y ya no regresa. Me siento solo, atrapado en un cuerpo que ya no me obedece. Ya no me pertenece, por lo que me refugio en mi cráneo, que parece ser el único lugar al que puedo llamar hogar. Sin embargo, todavía tengo algún contacto con el exterior; oigo los sonidos de la habitación, fundamentalmente agudos, como sollozos y lloriqueos, algunos sonidos metálicos, como de piezas de una camilla chocando entre sí. De pronto, percibo algo inesperado… el contacto de una mano sobre mi brazo, con fuerza, y mi cuerpo que se mueve, aunque sin que yo lo ordene; otras manos me toman con fuerza y mi cuerpo que se desplaza, aunque en sentido horizontal, elevándose de la cama hasta posarse en otra superficie, algo más dura. Siento el movimiento de translación junto con esa superficie y el sonido de una camilla golpeando contra una puerta, el aire que golpea mi cara, sonidos confusos, como de otro lugar, mas grande y concurrido; siento la velocidad en las plantas de mis pies desnudos, otra puerta que se abre, un silencio abrupto, y la obscuridad de nuevo.
Ya no tengo dudas que mi cuerpo ha muerto. No dejo de preguntarme por qué aún mi mente ostenta la conciencia de este hecho si mi cerebro también debería estarlo. Tal vez esas descargas eléctricas que recibí cuando mi corazón dejó de latir cargaron mi masa encefálica acumulando la energía necesaria para que mis neuronas continúen conectándose y produciendo la sinapsis que les permite comunicarse entre sí, transformando la señal eléctrica en otra química. En este momento, siento una sobrecarga en la zona límbica de mi cerebro, como una molestia detrás de mis ojos, que se manifiesta como “temor a desaparecer”. Me doy cuenta que si mi masa encefálica está alimentándose de una sobrecarga eléctrica para poder seguir existiendo, cuando ésta se agote también lo haré yo. Mi desesperación me lleva a recorrer mis bancos de memoria para intentar recordar lo que pude haber aprehendido sobre mi propio cerebro y me conecto con una neurona que tiene esta información:”El cerebro humano adulto, puede generar nuevas neuronas. Estas nuevas células se producen en el hipocampo, región relacionada con la memoria y el aprendizaje. Las células madre, origen de esas neuronas, pueden constituir así una reserva potencial para la regeneración neuronal de un sistema neurológico dañado…” Esto me permite suponer, que mientras mi cerebro permanezca activo, utilizando las áreas de memoria y aprendizaje, su estructura se regenerará manteniéndome “vivo”.
Nuevamente siento que la camilla en la que me encuentro se desplaza y esta vez creo que me suben a una ambulancia, por el sonido de la sirena, que inmediatamente se apaga, tal vez porque es de noche y no desean molestar…pero, ¿qué digo? Si no la encienden es porque entonces no hay urgencia, y no intentarán revivirme. El motor se detiene y me bajan con muy poca delicadeza, y puedo escuchar las voces del chofer y alguien más que dicen:
-“Éste es el último por hoy, así que vamos a tener que bloquear la entrada de la cueva para que no se propague”.
-“¿Trajiste la sustancia para espolvorear sobre los cuerpos?”.
-“Sí, está en ese barril”.
El terror se apodera de mí, y siento como esa área de mi cerebro detrás de mis ojos manifiesta una intensa actividad. Siento que mi cuerpo cae bruscamente sobre una superficie blanda…y creo que son más cuerpos. Un olor muy fuerte intensifica la actividad de ese sector encefálico y pronto comienzo a sufrir de un ardor en diferentes partes de mi superficie corporal que inmediatamente desaparece, dejándome incomunicado permanentemente con el mundo exterior. Ya no puedo oír, ni sentir los otros cuerpos…ni siento ese apestoso olor.
No sé cuánto tiempo ha pasado desde mi incomunicación, aunque eso no debería tener importancia en mi condición. Solo me ha preocupado mantener estimulando el intercambio neuronal para seguir existiendo, que es lo único que me importa, aunque también me perturba la soledad. Paseo por todas las celdas de memoria que me hagan recordar momentos felices, y hasta infelices, con tal de seguir adelante. Pero llega un momento en que mi fatiga mental me convoca al sueño, y yo me resisto todo lo posible por temor a no despertar. Luego, recuerdo que durante el sueño, nuestro cerebro consume el mismo veinte por ciento de energía corporal, alimentando pensamientos inconscientes, y esta idea me doblega hasta el nuevo día.
-“¡Hey!”-(Siento que alguien me llama)
-“¿Cómo es posible, si perdí todo contacto con el exterior? Ya no tengo oídos”
-“Estoy en tu mente, soy Juan”
-“Es imposible, nunca conocí a ningún Juan, o estaría en alguno de mis bancos de memoria”
-“Es que aún no me conoces, yo también estoy muerto, y esto es simplemente telepatía”
-“¿Cómo dice?”
-“Yo experimentaba en psiquiatría cuando estaba con vida, y aún lo tengo en mis células de memoria, además, no estamos solos, he logrado comunicarme con el resto de la gente de esta cripta común”
-“¿Ellos también pueden comunicarse así?”
-“Por supuesto, no me costó mucho transferirle mis conocimientos hasta que aprehendieron, y descubrimos que aprehender estimula el crecimiento neuronal que nos alargará la vida”
-“Hola, mi nombre es Enrique” dice alguien más
-“Hola a todos”- digo para abreviar
_”Bienvenido”-dicen a coro
-“No entiendo su entusiasmo, estamos aquí irreversiblemente muertos, sin nuestros cuerpos y ustedes parecen tan contentos”
-“Aún existimos, y eso es lo que cuenta, y todavía contamos con nuestros huesos.”-dice Juan
-“Pero ya no nos pertenecen”-contesto ofuscado –“ni siquiera responden a nuestros impulsos”
-“Yo no estaría tan seguro”-dice Enrique –“Yo practicaba la telequinesis y creo que podría enseñarles a hacerlo con nuestros propios huesos”
-“Es una locura”-dice alguien –“Sin músculos, tendones ni sistema nervioso, sería imposible activar los movimientos”
-“No estoy de acuerdo con esa observación”-dice Juan –“Ustedes sabrán que cada célula de nuestro cuerpo, incluidas las de nuestro sistema óseo, poseen toda la información genética de nuestra vida pasada, e incluso la de nuestros antepasados…”
-¿Y…? –dice alguien
-“Nuestros cerebros tienen el recuerdo de cómo se sentían nuestros movimientos más comunes y creo que podríamos reproducir el mecanismo para que nuestros huesos se alineen en la posición adecuada y así aprehenderemos nuevamente”
No puedo disimular mi entusiasmo con esa ridícula idea y me sumo a los comentarios sugiriendo: -“¿Qué tal si nos concentramos en algún movimiento automático, como bailar, por ejemplo?”
-“¿Sin música?”- alguien comenta
-“Pensemos en alguna canción de esas que con sólo escucharla, los pies se empezaban a mover solos y nos lanzaban hacia la pista de baile”-propongo
Nuestras mentes se aunaron en un solo deseo y un bongó empieza a golpear muy agresivamente; Unos gritos selváticos se intercalan en su esotérico ritmo hasta que una voz se escucha en nuestras cabezas:



“Please allow me to introduce myself
I’m a man of wealth and taste…”*

Los gritos selváticos y el bongó continúan, pero nuestros esqueletos permanecen inertes.





“I’ve been around for a long, long year

stole many a man’s soul and faith
and I was round when Jesus Christ
had his moment of doubt and pain”*

Es entonces cuando siento que una falange de mi pie izquierdo hace un leve movimiento y un suspiro se escucha desde la música que todo el grupo estaba sintiendo.





“Made damn sure that Pilate

washed his hands and sealed his fate”*


Y nuestras pelvis articularon nuestras cinturas y extremidades hasta que nuestros cuerpos enteros comenzaron a bailar al ritmo de:





“Pleased to meet you
Hope you guess my name

But what’s puzzling you
Is the nature of my game”*



Y todos enloquecimos de felicidad y mientras gesticulamos, con todo nuestro cuerpo expresamos la angustia acumulada hasta extirparla de nuestro ser, y cantábamos con nuestras mentes:





“Ooo, who, who

Oh, yeah
what’s my name
tell me, baby, what’s my name
tell me, sweetie, what’s my name
Ooo, who, who
Ooo, who, who…”*

Súbitamente, el encantamiento se esfumó y nuestros esqueletos se desplomaron, cuando decido manifestar la duda que me inunda:




-“Esto es parte del sueño al que me negaba a ingresar cuando mi cansancio me desbordaba… ¿No es así?”-digo indignado –“Ustedes no existen y nada de esto estaría sucediendo si no hubiese decidido dormir un poco…”
-“Tal vez sea cierto”-me contesta José –“Pero lo que sucede en tu cerebro en este estado, es lo único que te queda, y aquí no hay tiempo, porque tú haces las reglas en tu sueño y despertar o seguir soñando es tu prerrogativa”.
Su razonamiento me parece lógico, como si hubiera salido de mi propio cerebro, así que solo me queda decidir si debo despertar o asumir cual será mi sueño eterno…



“Ooo, who, who




Oh, yeah
what’s my name

tell me, baby, what’s my name
tell me, sweetie, what’s my name
Ooo, who, who
Ooo, who, who…”*


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*Fragmento de: “Sympathy with the devil”. De Mike Jagger y Keith Richards (The Rolling Stones).


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