martes, 4 de agosto de 2009

Rio en llamas


“Fuego en el río” Electrografía de Luis Makianich, 2009.
Safe Creative #0908044196973
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El río trae un mensaje del cielo, desde lo alto de su montaña. En su reflejo se muestra la angustia de miles de nubes que enturbian la vista y lo vuelven de barro, como invocando al demonio que duerme en su lecho y obnubilando al cosmos que invariablemente nos vigila.

El siente un ardor en sus venas que fluyen esquivas de lo que le ocurre y el viento nos trae un esotérico ritmo de piedras cantando una discordante aria. El bosque se calla como presintiendo algo que se presentará pronto en la obscura mañana, pero el cielo no suelta su furia, como si no supiera que el día lo invoca a pelear por su vida y omitiera el duelo ignorando su ofensa.

En solo un instante, el agua cambia su tono, y una bruma espesa oculta su lecho; unos peces afloran inertes a la superficie como si fueran expulsados de su mundo sin previo aviso y junto a una irregular efervescencia el cauce explota en múltiples direcciones hasta que una brecha de fuego se abre paso en el barro, quebrando la cuenca desde abajo del calce y mostrando la furia de un infierno en la tierra que como un dragón de ultratumba resopla su fiebre, reclamándole al viento su vapor en el aire. Sus llamas por fin emergen resoplando su lumbre dibujando en el cielo sendas llamaradas que provocan un puente a la esfera celeste, uniendo el diabólico abismo con el firmamento, pero desde las alturas, el reino celestial niega el paso, interponiéndole un obscuro escudo de humo y cenizas, separando la noche del día con sus uniformes en la batalla y pertrechando sus fuerzas en los confines del tiempo.
Ya hacia el fin de la noche una erupción de lava cambia el curso del río, que por un instante bregó por su ventura y cauterizó la herida que produjo en su lecho con el magma emergente de su propio enemigo, hasta que el manto de sangre que se formó en la pelea coaguló en la llaga renovando su suerte.
En el fragor de la lucha quedaron mil memorias, de futuros perdidos y pasados olvidados y muchas veces nos preguntamos si el azar o la providencia son parte de este juego o simplemente el destino ya escribió nuestra historia, y aunque nunca sabremos quién ganó la batalla, esta guerra continúa, y es de nuestra competencia.


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